El desafío de representar a la institución sin improvisar
Los voceros son aquellas personas autorizadas para hablar públicamente en nombre de una organización. Pueden ser autoridades, como directores, presidentes, gerentes, o técnicos especializados, como jefes médicos o referentes de áreas sensibles.
Sin embargo, tener el conocimiento técnico o el cargo jerárquico no garantiza saber comunicar. En contextos de alta visibilidad, como una entrevista con medios, una conferencia o una situación de crisis, la vocería improvisada suele generar más ruido que claridad. Palabras fuera de lugar, expresiones ambiguas o gestos defensivos pueden dañar la reputación institucional incluso si el contenido del mensaje era correcto.
Cómo entrenar a quienes toman la palabra
Ser vocero implica mucho más que saber hablar. Implica representar con claridad, empatía y coherencia el mensaje institucional en escenarios donde cada palabra puede ser amplificada. Por eso, la preparación no debe dejarse al azar.
Hay al menos tres niveles de exigencia a considerar:
- Entrevistas periodísticas: requieren claridad, capacidad de síntesis y manejo de preguntas incómodas.
- Conferencias de prensa o presentaciones públicas: demandan presencia escénica, estructura narrativa y control del tiempo.
- Comunicados institucionales: exigen precisión en el lenguaje, tono alineado a la situación y conexión con los públicos clave.
Formar voceros implica entrenar habilidades blandas (escucha activa, expresión verbal y no verbal), técnicas de comunicación (mensaje principal, ideas fuerza, storytelling) y, sobre todo, un alineamiento con los valores y objetivos institucionales. Para lograrlo, el media training profesional es una herramienta fundamental. No se trata de “actuar” frente a cámaras, sino de prepararse para decir lo que hay que decir con claridad, respeto y seguridad.
Un “saber decir” que protege y fortalece
Muchas instituciones caen en la trampa de pensar que la vocería es una cuestión de espontaneidad. Pero cuando surgen crisis, como un conflicto con pacientes, una denuncia en redes o una nota periodística crítica, es ahí cuando se nota la diferencia entre un vocero entrenado y uno improvisado.
Los errores más comunes son:
- Minimizar los hechos o sonar defensivo.
- Usar tecnicismos que confunden más que aclaran.
- No adaptar el lenguaje al público que escucha.
Preparar a los voceros no solo evita estos errores, sino que fortalece la credibilidad y genera confianza en los públicos externos e internos.
Más allá del micrófono: vocería como cultura institucional
Una vocería sólida no es una acción puntual, sino parte de una estrategia de comunicación más amplia. Implica:
- Elegir voceros adecuados: no siempre tiene que ser el director general. A veces, el responsable del área puede conectar mejor con el tema y el público.
- Actualizar su formación: los contextos cambian, y con ellos, las exigencias comunicacionales.
- Definir protocolos claros: quién habla, en qué situaciones, con qué mensajes base y con qué acompañamiento profesional.
Cuando una institución incorpora la vocería como una práctica profesional, gana en orden, en claridad y en presencia pública.
Profesionalizar también es cuidar
En contextos donde la reputación es un activo sensible, no basta con tener buenas intenciones. Hay que saber decirlas bien. Y eso se entrena.
¿Tu institución tiene voceros preparados? Hablemos. En Agencia MOTS ayudamos a profesionalizar la comunicación institucional, incluyendo el entrenamiento de voceros.

